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Los estudios sobre la prueba y el razonamiento probatorio han alcanzado entre nosotros una inusitada importancia y hoy contamos en todos nuestros países con desarrollos teóricos y doctrinales de primer nivel. Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer. Sobre todo en la praxis de los tribunales, que solo costosamente (y dependiendo de los países) van incorporando a su jurisprudencia lecturas más racionales de las principales instituciones probatorias (libre valoración, inmediación, exigencias de la motivación, etc.). Pero también queda mucho por hacer en los desarrollos teóricos y doctrinales. Los estudios epistemológicos sobre la prueba nos han proporcionado el presupuesto teórico desde el que movernos (la idea de que la decisión sobre los hechos se desenvuelve en un contexto de esencial incertidumbre, y que esa incertidumbre puede y debe ser racionalmente manejada, argumentada y controlada), pero debemos seguir avanzando en esa dirección: en la resolución de los numerosos problemas que rodean la prueba, en la relectura racional de los conceptos e instituciones implicados, y en definitiva en la incorporación de la prueba al
ámbito de la racionalidad.
El objetivo epistémico de los estudios que acabo de mencionar (su aspiración a elevar la calidad de la decisión sobre los hechos) contribuye al mismo tiempo a alcanzar un objetivo político o moral de primer orden:
minimizar el riesgo de errores judiciales. Esto es algo evidente pero que no está de más recordar: los estudios epistémicos sobre la prueba se insertan en la "lucha por la justicia". Por eso deben ser promovidos. Y por eso, también, iniciativas como la de "Pensar la Prueba" deben ser bienvenidas.