En las últimas décadas hemos asistido a un profundo desarrollo cuantitativo y cualitativo en la actuación profesional del anestesista en España. De la actuación de este profesional se deriva una importante responsabilidad ante la eventual producción de un accidente anestésico, configurándose una especialidad médica autónoma con un conjunto de conocimientos científicos y de técnicas propias. Trataremos de arrojar luz sobre el alcance legal de las operaciones llevadas a cabo por el profesional de anestesiología, cuya actividad se encuentra necesariamente conectada a la del resto del equipo médico que interviene en una operación. Esta especialidad no tiene por objeto la curación del paciente, pero ha resultado esencial para el avance de otra especialidad médica: la cirugía. Una y otra, aun siendo complementarias, tienen por objeto finalidades bien distintas. Mientras que la técnica quirúrgica tiende a producir un resultado beneficioso para su salud o la curación del paciente, la anestesia no produce un resultado curativo per se, sino que facilita la intervención quirúrgica (y, con ello, indirectamente, las posibilidades de éxito) a través de la sedación del enfermo, evitándole padecimientos. La naturaleza de ambas prestaciones es esencialmente diferente y, por tanto, precisan análisis jurídicos independientes. Consecuentemente, la anestesiología goza de una "lex artis ad hoc", con unas exigencias y comportamientos propios que se ajustan a esta especialidad y difieren de las que deben esperarse de un cirujano en el ejercicio de su actividad. Estas comienzan con el consentimiento informado y la obligación de informar en la fase de preanestesia, que puede tener una gran trascendencia en la toma de decisiones del paciente.